FLUIDEZ, CONTROL, MEDITACIÓN Y OBSESIÓN
Louise Lecavier, icono de la danza canadiense, ha vuelto a Europa. Bailó anoche su solo Stations en el Festival Julidans de Ámsterdam y recibió una sonada ovación. Allí estuvimos y también quedamos deslumbrados. Léelo…
Texto_MARÍA INÉS VILLASMIL Foto_ DIETER WUSCHANSKI
Ámsterdam, 11 de julio de 2022
La abarrotada sala del ITA (Teatro Internacional de Amsterdam) brindó anoche una emocionada ovación de pie a la histórica bailarina y creadora canadiense Louise Lecavalier. La gran diva de la danza mundial, quien de hecho es muy tímida, culminó el estreno holandés de su solo Stations con este reconocimiento del público, quizá como un sencillo homenaje a una artista que, vehementemente, ha dedicado su vida a la danza y lo sigue haciendo aún hoy, a sus 63 años. La pieza se presentó en el marco del Festival Julidans de la capital holandesa, donde su compañía Fou Glorieux, ha estado en 2014, dentro del mismo festival, con So Blue, y en el mismo teatro, en 2019, con Battleground. Pero esta vez da la impresión de que su nuevo solo ha conmovido a su público mucho más a fondo.
La celebridad de Lecavalier se remonta a las vanguardias de los años ochenta cuando fue la musa del coreógrafo Edoard Lock e indiscutible estrella de la compañía La la la Human Steps, haciéndose célebre por su energía y capacidad de volar por los aires. David Bowie y Frank Zappa la quisieron en sus escenarios, también danzó para el director de teatro sueco-holandés Jakop Ahlbom y el director de cine Boudewijn Koole. Ahlbom se había acercado a ella tras una actuación suya en Ámsterdam y le había preguntado si quería interpretar a una moribunda en su cortometraje de danza Offground (2013). Desde 2006, lleva las riendas de su compañía Fou Gloriex, en Montreal.
Su danza hoy sigue siendo absolutamente virtuosa, aunque su cuerpo ya no vuele por los aires como solía. Sigue manifestando la misma urgencia de los dorados ochenta, con un instrumento mucho más maduro pero en el que quedan reminiscencias de lo que fue en el pasado. La mujer que cargó en brazos a David Bowie y que parecía más preocupada por el efecto de la caída que por su insólito paseo aéreo, mostró anoche que aún puede mantener la emergencia de su danza imparable. Sigue siendo capaz de tenernos hipnotizados ante la destreza, velocidad y capacidad performativa de su cuerpo.
Vestida toda de negro y con su típica cabellera rubia ahora casi blanca, Lacavalier nos da un paseo por cuatro momentos de su estado corporal: fluidez, control, meditación y obsesión. En medio de un íntimo set escenográfico, bajo las luces creadas por Alain Lortiery y sobre la composición musical de Antoine Berthiaume, la intérprete hilvana un íntimo relato de confesiones corporales, a los que el público se siente invitado a asistir. El movimiento de sus brazos y torso sigue siendo tan frenético como siempre y permanece la sensación de que es imposible detenerla. Metafóricamente, en la vida, también es así. Se siente que aún le queda mucho por andar… y danzar.