REMEMBER ME...
Estrenó anoche Helena Martín, dentro del ciclo Canal Baila, su nueva creación ‘Los Narciso’, adaptación muy libre de ‘Dido & Eneas’. Allí estuvimos y esto nos pareció…
Texto_OMAR KHAN Foto_PABLO LORENTE
Madrid, 16 de septiembre de 2022
Con verdadero ingenio y sensibilidad, la coreógrafa y bailarina Helena Martín redujo anoche el Reino de Cartago, de la ópera Dido & Eneas, de Purcell, a una mesa en la que una familia, quizá aristocrática hoy venida a menos, celebra banquetes, bodas y también un funeral.
Los Narciso, que fue estrenada ayer en el marco del Ciclo Canal Baila, de Teatros del Canal, a lo largo de una hora tiene y mantiene su pulsación de tragedia, centrando su interés en la aceptación –o no- de la muerte. Varias y muy distintas versiones de El lamento de Dido, la muy famosa aria trágica de Purcell en fantástico trabajo del compositor Pablo Peña, insistentemente subrayan con su herido estribillo Remember Me… las maneras de recordar que tenemos los que quedamos frente a los que se nos han ido.
La coreografía está resuelta por la vía de una danza teatro con aires de Pina Bausch y ecos de Bob Wilson, siempre expresada a través de una danza española diluida e inteligentemente contaminada. No son pocos sus hallazgos formales. La belleza de la composición y su cuidada estética visual se articulan sobre esa mesa que más que escenografía, reclama su papel como personaje principal. Sobre sus cuatro patas se construye todo, la tragedia y la acción coreográfica, creada principalmente a partir de rituales de comida. Allí flirtean los amantes, allí se celebra su unión y sobre ella la hija abandonada se suicida.
La mesa es aquí el Palacio, el centro de de operaciones de una madre obsesiva y controladora, interpretada con verdadero tino por Remei Domingo, un papel que perfectamente calzaba en Helena Martin, que prefirió quedarse fuera del escenario dirigiendo, aunque registros y capacidades interpretativas le sobren, como demostró en la Gran Vía hace apenas semanas, encarnando en la Compañía de Antonio Márquez la muy difícil Medea, del maestro Granero.
Martín se nos desvela como coreógrafa con voz propia. Abonar terrenos ajenos de la danza teatro y la gestualidad desde el lenguaje de la danza estilizada española, que le es propio, la coloca en lugar privilegiado sin competencia y le da un sello autoral, una identidad, a pesar de que tenía muchos años sin hacer coreografías. Demuestra gran capacidad narrativa, por lo que ni falta que le hace que el espectador conozca el relato histórico ni la ópera de Purcell. En lo formal, hace avanzar la obra como cuadros de una exposición alrededor de una mesa, instantáneas íntimas de una familia desde momentos de felicidad y jolgorio que progresan hacia ese contundente y muy logrado desenlace de dolor, frustración y desespero.
Aunque narra desde la composición formal -los congelados y la cámara lenta, la gestualidad y la expresión corporal-, hay espacio para la danza pura en dos momentos concretos, en los que se siente con mayor fuerza la danza española: el dúo de los dos personajes masculinos y, sobre todo, ese dueto de amor desgarrado y tremendamente trágico, que es heraldo de la tragedia. Sin excepción, y esto es otro mérito a destacar de la propuesta, sus cinco bailarines supieron entender y asimilar desde sus cuerpos las responsabilidades y compromiso que la creadora les exigía.
