MONOTONÍA SELVÁTICA
El veterano creador brasilero Marcelo Evelin estrenó ayer en el Festival de Montpellier su nueva creación ‘Uirapuru’. Allí estuvimos y esto nos pareció…
Texto_OMAR KHAN Foto_MAURICIO POKEMON
Montpellier, 21 de junio de 2022
Es verdad que la selva profunda no es todo el rato como la presentan libros y películas, que nos ofrecen agitación, tormentas, animales peligrosos, aventuras y sorpresas tras cada árbol. Prevalece más una quietud monótona, un estar de selva, con sus pajaritos cantando y sus soniditos típicos. Eso lo saben los indígenas que habitan estos parajes y parece saberlo también Marcelo Evelin, coreógrafo brasilero, que inició una ya larga trayectoria europea a finales de los años ochenta y aún hoy vive a caballo entre su Teresina natal y Ámsterdam. Ayer ha estrenado su versión de selva coreográfica Uirapuru, en el marco del Festival de Montpellier, que le ha coproducido junto a otras instituciones como el Teatro Municipal de Porto o el Festival de Otoño de París. La ha estrenado bajo el paraguas de su plataforma Demolition Incorporada, con seis bailarines brasileros, todos mulatos.
La selva de Evelin es minimalista, tranquila y monótona, como seguramente es casi todo el tiempo la Amazonia que le ha inspirado. De manera progresiva y de forma obstinada, los intérpretes dan dobles pasitos acompasados a derecha e izquierda sin más sonidos que los que emiten sus propios pies y la irrupción de eventuales ruidos de selva que, descubriremos al final, no son una pista grabada sino un prodigioso intérprete que los silba y tararea. Sin más referencias que un dispositivo colgado que contiene frutas, verduras y tubérculos, Uirapuru es obra desnuda, mínima y difícil, que parece interesada en ofrecernos otra visión, nada estereotipada, de aquella selva. Se podría, forzadamente eso sí, leer un SOS ecologista sobre una selva como la brasilera, hoy tremendamente diezmada y malamente explotada.
Sin dejar sus pasos acompasados en ningún momento, los bailarines van lentamente desplazándose por el espacio e introduciendo pequeñas variaciones, en un ejercicio de composición espacial del todo fascinante que los alinea, los empareja, los separa y los vuelve a reunir. Requiere concentración, empeño y compromiso encontrar esa fascinación, pero la tiene.
El problema es que imitar desde una coreografía la monotonía y quietud de la selva tiene el peligro de caer en la monotonía escénica, que es lo que termina ocurriéndole a esta propuesta de una hora, que a la media ya ha agotado todos sus recursos y posibilidades. Y entendemos entonces las razones por las que desde Kipling hasta Disney, todos han optado por la selva agitada, tenebrosa y peligrosa, que es la que pone emociones a toda esta monotonía selvática.