EL CORSARIO, SENCILLAMENTE....
José Carlos Martínez presentó anoche en Murcia su agilizada versión de este título del repertorio con el Ballet Nacional de Eslovenia. Allí estuvimos y así lo percibimos…
Texto_OMAR KHAN Fotos_PATRICIO VALVERDE
Murcia, 08 de junio de 2022
Del limitado repertorio académico heredado, El corsario (1858, coreografía inspirada en Lord Byron, revisada por Petipa / Perrot, con música de Adam), podría decirse, ha quedado como un magnífico ballet de segunda. Su historia trepidante, llena de intrigas, demasiadas subtramas y ráfagas machirulas, tiende a ser confusa. Su música, rutinaria y de oficio, no posee ni un pasaje emocionante o que se quede en la memoria. Su pareja romántica -un pirata y una esclava-, es en sí misma atractiva pero termina perdida como una línea argumental más, entre las muchas que teje la trama. Llena de complejidades y marañas argumentales y técnicas, con sus constantes piruetas, proezas y variaciones de infarto, este ballet para balletómanos ha permanecido activo en los escenarios, principalmente, porque permite alardear de técnica, sirve para medir el nivel de una compañía, encumbrar estrellas y poner el listón allá arriba.
Los intentos para saltar sus escollos han sido muchos y variados, siendo muy recurrente la espectacularidad, camino por el que optó Tamara Rojo, que le sacudió el polvo a fuerza de estética de Hollywood, con el English National Ballet. Hace unos días en el Festival de Granada, y anoche, en el Auditorio de Murcia, descubrimos que, sorprendentemente, José Carlos Martínez, ha optado por la sencillez. Y se ha marcado un acierto.
La trajo a nosotros el muy eficaz elenco del Ballet Nacional de Eslovenia, que supo secundar al coreógrafo de Cartagena en su idea de simplificar, limpiar, cortar, aclarar, pulir y matizar hasta reconvertir a El corsario en un ballet accesible y entendible pero sobre todo, entretenido, algo de lo que ha carecido la mayoría de los montajes conocidos.
Una de piratas
En general, la gente percibe a El lago de los cisnes o Giselle como conmovedoras historias de amor. Pero si preguntas por El corsario, te la definirán como una de piratas. Martínez, que fuera étoile de la Ópera de París y director de la CND española, ha querido revertir esa creencia sin suprimir ni sacrificar los elementos conocidos y reconocidos: corsarios, esclavas, trata de blancas, pachás malignos y babosos, amigos traidores o naufragios en alta mar, pero centra todos sus esfuerzos en realzar a los amantes Conrad y Medora. En su creación, prevalece el amor.
Se desvela Martínez como hábil narrador. No hay trasgresión ni atrevimiento en su versión pero a cambio hay sencillez, brevedad y concisión. Su coreografía se sigue como una película, en secuencias narrativas cortas que no desvían ni interrumpen nunca la progresión dramática, salvo en el sueño del Pachá, emulación lejana de los actos blancos, en el que al rosado elenco femenino esloveno quizá le faltó hervor y compenetración, adoleciendo de la precisión y rigor militar que exige el conjunto. No obstante, los demás trabajos grupales, el manejo de la masa, la línea argumental muy apoyada en la mímica y, en general, la composición espacial, merecen notable.
En Granada hubo estrellas invitadas pero anoche en Murcia le tocó a los solistas de la compañía defender los roles principales. Y no defraudaron. Nina Noc y Kenta Yamamoto, como Medora y Conrad (en la foto sobre estas líneas), entendieron el cometido de Martínez, construyendo sus personajes desde las complejidades técnicas (brillantes en el célebre pas de deux, aquí reubicado al final) pero sin descuidar la dimensión humana y emocional de dos enamorados siempre acechados por el peligro. Destacaron también Yaman Kelemet como la esclava Gulnara y el vivaz bailarín Filippo Jorio, como el pícaro Lankadem.